Monasterio de Sant Pere de Galligants

El monasterio de Sant Pere de Galligants estaba situado en la ribera derecha del río homónimo, justo a las puertas de la ciudad carolingia de Girona, por lo que en el siglo XIV ya quedó integrado dentro de las murallas.

Los orígenes de este cenobio son muy confusos por falta de documentación relativa a sus primeros tiempos. Sin embargo, un documento del 1063 nos explica que el conde  Sunyer de Barcelona le entregó dos castillos en la zona de Palamós, algo que debió de suceder antes del 947, año de la abdicación del conde. En consecuencia, no cabe duda de que su fundación debe situarse como tarde en la primera mitad del siglo X, quizás vinculada a la propia acción del conde Sunyer, pues ese cenobio siempre estuvo muy relacionado con la familia condal. Además, en 1378, el rey Pedro el Ceremonioso sentenció que era una fundación de sus antecesores. Sea como fuere, ese monasterio también recibió el apoyo de muchos particulares y, por ejemplo, a finales del siglo X, lo encontramos beneficiándose de múltiples donaciones de altos cargos de la sede gerundense y otros miembros de los grandes linajes que se iban conformando.

Gracias a todos estos soportes, Sant Pere de Galligants entró en el siglo XI en un momento de crecimiento que, a pesar de algún descalabro puntual, sobre todo por causa de las numerosas guerras que afectaron sus edificios, le permitió sobrevivir hasta el siglo XIX.

ANÁLISIS FORMAL

El conjunto arquitectónico de Sant Pere de Galligants, actualmente, está conformado únicamente por la iglesia monástica y el claustro, ya que las dependencias anejas fueron todas destruidas. Esos dos edificios, hoy utilizados como sede del Museo Arqueológico de Girona, son de estilo románico y corresponden a una reforma integral del complejo acontecida a mediados del siglo XII.

La iglesia de Sant Pere destaca por su excepcional estructura, ya que presenta una planta basilical de tres naves, todas ellas cubiertas con bóvedas de cañón, rematada por una cabecera formada por un transepto de brazos asimétricos al cual se abren cinco ábsides de planta semicircular, cuatro al noreste y uno al noroeste. El ábside central, además, presenta una profusa decoración escultórica, con cornisas, arcos y semicolumnas con sus perceptivos capiteles. Lo más singular, sin embargo, es que el brazo septentrional del transepto esta cubierto con una cúpula sobre la cual se alza un cimborio-campanario que, si bien en su primer piso es de planta cuadrada, termina por ser ortogonal y estar decorado con una ventana geminada en cada una de sus caras. Finalmente, también resulta interesante la fachada del templo, que, a pesar de su portalada arcaizante, prefigura ya las formas propias del estilo gótico, así como su claustro, que cuenta con una riquísima decoración escultórica.

Respecto al complejo prerrománico original, previo a las estructuras visibles hoy en día, no disponemos de ningún resto material. Esperamos que, en el futuro, la arqueología pueda aportar más datos al respecto.

XAVIER COSTA BADÍA