Castilla y León, tierra de campos
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Dentro del Itinerario ‘Orígenes de Europa’ en su recorrido por las etapas del reino visigodo de Toledo, la meseta castellana ocupa un lugar de vital importancia en la conformación del posterior reino visigodo y la evolución de este como una de las naciones singulares de Europa Occidental tras la desintegración del imperio romano (año 476). Los Concilios Hispano-Visigóticos muestran los esfuerzos de Toledo por controlar los territorios al norte del Sistema Central. Particularmente interesante es el conflicto con el obispo de Palencia, que protagonizó el II Sínodo Toledano (año 531). Este interés por la actual región castellanoleonesa está directamente relacionado con dos hechos históricos. Por un lado, en buena parte de la meseta se concentraron los primeros asentamientos estables de los pueblos visigodos al sur de los Pirineos. Por otro lado, se trata de un territorio fronterizo con los suevos, quienes, entre la actual Galicia y norte de Portugal, consolidaron el otro gran reino germano de la península Ibérica. La unificación de ambos reinos, manteniendo sus particulares idiosincrasias, marcará el devenir posterior de la historia de las dos naciones más occidentales de Europa: España y Portugal.
El viaje recorrerá algunos de los monumentos emblemáticos de la historia de la arquitectura española, muchos de ellos pertenecientes a los albores de la Edad Media, periodo en el que empezó a conformarse una arquitectura singularmente hispana. Destaca la visita a dos de las iglesias fundamentales de nuestra primitiva arquitectura religiosa, tradicionalmente representativas del arte hispano-visigodo: San Pedro de la Nave y San Juan de Baños. También se visitará León, una de las antiguas sedes regias, donde descubriremos los orígenes de los reinos de León y Castilla y sus vínculos ideológicos y culturales con la etapa visigoda. Por último, aprovecharemos nuestra estancia por tierras castellanas para conocer una de las villas más ricas y mejor conservadas de la Hispania tardorromana, que nos muestra el esplendor con el que vivieron algunos aristócratas romanos poco antes de la llegada de los pueblos germanos.