Basílica de Casa Herrera

El yacimiento arqueológico de Casa Herrera se ubica en las inmediaciones de Mérida, a unos 6 kilómetros al Noreste de la ciudad. Es conocido por la existencia de una iglesia de ábsides contrapuestos, una rata tipología paleocristiana; sin embargo, el templo es solo una parte de un asentamiento mucho mayor de cronología tardoantigua y altomedieval aún no conocido en su totalidad. Fue descubierto por J. C. Serra i Rafols en 1943, quien en aquellos años era comisario de excavaciones destinado en Mérida. Poco después inició una excavación arqueológica para determinar la naturaleza de las columnas y otros restos visibles en superficie. El arqueólogo pronto entendió que no se trabaja de una villa, sino de una iglesia ligada a un conjunto monástico.

Tres décadas después L. Caballero y T. Ulbert emprendieron nuevas excavaciones hasta completar los trabajos anteriores, liberando el interior del edificio de los estratos que lo amortizaban. En los años 80’ T. Ulbert volvería a intervenir en el lugar, definiendo, gracias a los datos obtenidos en los sondeos, la existencia de un asentamiento estable de difícil interpretación.

En 2007 T. Cordero e I. Sastre realizaron nuevas excavaciones para tratar de poner luz a un yacimiento singular, llegando a determinar la existencia de un asentamiento humano prolongando en el tiempo desde el Bajo Imperio hasta el siglo VIII.

Si bien las primeras hipótesis sostenían que la basílica era el templo de un monasterio cuyas características formales parecían ligarlo con cenobios norteafricanos coetáneos, las últimas intervenciones tienden a comprender Casa Herrera como un asentamiento rural periurbano organizado en torno a su parroquia, asentamiento dedicado a la explotación campesina de los recursos agrícolas de la zona.

ANÁLISIS FORMAL

El edificio tiene planta basilical y gran porte; su longitud alcanza los 15 metros; tres naves separadas por dos líneas de 6 columnas de mármol blanco articulan la compartimentación interior; en los extremos Este y Oeste de la nave central se sitúan ábsides siguiendo el modelo de los ábsides afrontados, conformando uno de los escasos ejemplos con esta tipología existentes en la Península Ibérica. Los mencionados ábsides están muy desarrollados en planta, en el ubicado al Este se emplazó la mesa de altar, en el occidental es muy probable que se guardaran las reliquias de algún santo o mártir. En la nave central, de mayor anchura que las laterales, se alzaron dos muros paralelos longitudinales cuyo uso resulta desconocido.

En el exterior del templo, próximo al ábside Este, se sitúa el baptisterio. Se trata de una estructura rectangular, alargada y estrecha dispuesta en sentido Este-Oeste, con doble escalinata de siete escalones por lado y pileta central profunda para practicar el rito del bautismo por inmersión, algo propio de la arquitectura religiosa del cristianismo primitivo.

En la actualidad solo se conservan la planta y algunas hiladas de sus paramentos que se alzan más allá de las cimentaciones. Los últimos trabajos realizados han consistido en labores de conservación, restauración y adecuación a la visita.

Las distintas excavaciones arqueológicas exhumaron abundantísimos restos de gran calidad artística de escultura arquitectónica, inscripciones sepulcrales y sarcófagos que evidencian el uso cultual y funerario del edificio a lo largo de un tiempo prolongado cercano a los cuatro siglos. Muchos de los restos arqueológicos mencionados pueden disfrutarse en la exposición permanente de la Sección Visigoda perteneciente al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.

VICTOR GIBELLO