El Casón

El panteón tardorromano denominado El Casón se localiza en el paraje “Tras el huertecico”, a las afueras de Jumilla. Forma parte del antiguo emplazamiento romano junto a las villas de Los Cipreses, El Pedregal y otros restos que han ido apareciendo en esta localidad. Su patronímico aparece ya en el siglo XVIII, cuando lo cita el canónigo J. Lozano Santa. Para localizar este pequeño mausoleo familiar, una vez en el interior de la ciudad de Jumilla, hay que dirigirse hacia el suroeste del cerro del castillo, llegando al barrio de San Antón. El monumento ha sido integrado en una pequeña plaza donde se contempla exento y pasa la avenida del Casón.

En la actualidad está ubicado en una plaza, dentro de la población, ya que esta ha sufrido una importante expansión durante la década de los años 70 del pasado siglo. Esta urbanización de la zona provocó el deterioro del monumento, tanto por las agresiones humanas como por el hecho de que las aguas de escorrentía de la zona del Castillo iban a dar directamente contra el sepulcro. A pesar de todo ello, el alto nivel de los materiales (rocas duraderas y morteros muy equilibrados) y la técnica de construcción del mausoleo ha permitido que haya llegado en muy buen estado hasta nuestros días. Solamente encontramos pequeños desperfectos de aparejos no portantes y grietas en los enlucidos de las cubiertas.

Tiene planta rectangular, de aproximadamente 4,33 por 3, 42 metros al exterior, y 3,21 por 2,29 metros al interior. En los lados cortos se disponen el testero y la fachada posterior.  A cada lado se localizan sendas exedras o absidiolos exentos, con planta de arco de medio punto peraltado al exterior y ligeramente semicircular al interior. Todo ello da lugar a un edificio de planta central cruciforme.

Las tres tumbas que había en su interior habían sido saqueadas en el pasado. El rito funerario en los tres casos fue la inhumación. Dos de los enterramientos se alinean con el eje axial del monumento, y la tercera es perpendicular, estando delimitadas por tres muretes de mampostería en forma de T invertida. Tanto los enterramientos como los muros perimetrales de cimentación estaban recubiertos con una gruesa capa de mortero. Por encima de ellas se situaban lajas de caliza sobre las que se apoyaría el sistema de cubrición que constituiría el piso de la cámara. Son muy pocos los restos óseos encontrados en su interior, a causa del mencionado expolio, y tampoco se puede constatar con seguridad de qué época son los que se han hallado. Sólo se sabe que pertenecían a cuatro individuos, un niño de un años y medio o dos, un joven y dos adultos, uno de ellos mayor de 45 años.

Se han llevado a cabo numerosas intervenciones arqueológicas en este emplazamiento, como las de Cayetano Megelina en 1956, o la de 1995, que dio lugar al proyecto integral de investigación histórico-arqueológico que José Miguel Noguera Celdrán presentó a la Dirección General de Cultura de la Región de Murcia para continuar con el estudio de este singular enclave y evitar su deterioro. Las excavaciones realizadas en los alrededores de este edificio, así como los diversos hallazgos fortuitos no han permitido establecer con precisión las características del asentamiento en el que se este se integraba, aunque no cabe duda de que tenía un carácter rural.

Este mausoleo se inscribe en el contexto de la arquitectura funeraria de época tardorromana, siglo IV, de la Península Ibérica, con vestigios en diversos cementerios urbanos, pero sobre todo rurales, con especial incidencia en la zona mediterránea, en el interior del valle de Ebro y en Extremadura.

ELENA CARDENAL Y ANTONIO POVEDA