Monasterio de Santa María de Ripoll

El monasterio de Santa María de Ripoll, del que sólo se preserva una parte muy restaurada del edificio románico, estaba situado justo en la confluencia de los ríos Ter y Fresser; un espacio importantísimo desde el punto de vista de las comunicaciones pirenaicas que, actualmente, ocupa la villa homónima.

Los orígenes de este cenobio se pueden situar con bastante precisión hacia el año 879, justo después de que el conde Guifré el Pelós iniciara la reestructuración de esa área para unir los condados de Barcelona y Girona que acababa de recibir de manos del rey Luis el Tartamudo con los de Urgell y Cerdanya, que ya estaban en su poder desde al menos el 873. En este sentido, debemos tener presente que en el 880 ya encontramos un grupo de monjes viviendo en Ripoll y que, ocho años más tarde, se consagró su iglesia monástica, erigida y dotada por el susodicho conde y su esposa. Por lo tanto, si bien no se puede negar categóricamente la existencia de ningún precedente monástico anterior, todo parece indicar que se trataría de una fundación condal muy ligada a la figura de Guifré el Pelós y a su política geoestratégica.

Esta vinculación tan estrecha con el que será considerado el padre de casi todos los linajes condales catalanes propició que Santa María de Ripoll se erigiese rápidamente en un símbolo dinástico y que todos sus descendientes procuraran vincularse a ese monasterio a través de donaciones y actos de patrocinio que, a partir de finales del siglo X, pasaron por convertirlo en un verdadero panteón familiar. Así pues, no debe extrañarnos que, al menos hasta el siglo XIII, fuera uno de los principales cenobios del Principado, siendo una pieza clave de su historia política, cultural y artística. A partir de ese momento, perdió parte de su centralidad en favor de otras grandes abadías como la de Poblet, pero su comunidad sobrevivió hasta principios del siglo XIX.

ANÁLISIS FORMAL

Del antiguo monasterio de Santa María de Ripoll solo pervive su iglesia y el claustro, ambos profundamente reconstruidos a finales del siglo XIX, cuando el conjunto no era más que un montón de escombros. En consecuencia, aunque ambas construcciones son en apariencia de estilo románico, solo algunos elementos, como su magnífica portalada del siglo XII, son originales. Esta situación, agravada por la uniformidad arquitectónica que se quiso dar al conjunto rehabilitado, dificulta enormemente su interpretación e impide distinguir fases constructivas.

Con todo, a nivel arqueológico, se ha podido documentar la existencia de una necrópolis altomedieval en el subsuelo de la iglesia del siglo XI. Asimismo, recientes estudios de paramentos han permitido plantear que algunos sectores de las galerías este, sud y oeste del claustro podrían corresponder al conjunto construido a finales del siglo X por el abad Arnulf de Ripoll, cosa que convertiría ese monasterio en el ejemplo de monasterio de planta claustral más antiguo al sud de los Pirineos. Por lo tanto, a pesar de las dificultades, cada día sabemos mas sobre la evolución arquitectónica de ese gran monasterio.

XAVIER COSTA BADÍA