Toletum

La ciudad de Toledo se asienta sobre un peñón de granito rodeado por el río Tajo, presentando el aspecto de una meseta elevada sobre una amplia base. Conserva diferentes recintos amurallados y una lógica zona de expansión hacia el norte. Se han hallado restos materiales de la Edad del Bronce, fundamentalmente fondos de cabaña y cerámicas, tanto en el vecino Cerro del Bú como en el propio peñón, y otros encuadrables en la Segunda Edad del Hierro. El historiador Tito Livio la describió como “parva urbs, sed loco munito”, al hablar de la conquista del oppidum por parte de Cayo Flaminio en el 192 a. C. Pese a que sigue sin esclarecerse si la ciudad contó con murallas en época romana, las excavaciones de los últimos años están completando la imagen de una ciudad dotada de foro, en el que no faltan hallazgos escultóricos, termas, y un gran sistema de canalización y distribución de aguas, que se une a las monumentales infraestructuras lúdicas del circo y del anfiteatro.

El rey visigodo Leovigildo (573-586 d.C.) asentó en ella su capital, con sede episcopal. Aquí se celebraron varios concilios entre los que destaca el III de Toledo en el año 589, célebre porque supuso el abandono del arrianismo en favor del catolicismo por parte del rey Recaredo. Los visigodos acometieron obras de renovación de los espacios urbanos, aprovecharon las grandes construcciones e infraestructuras romanas y crearon nuevos espacios urbanos. Pese a ello, los restos visigodos en el conjunto histórico parecen limitarse a fragmentos escultóricos dispersos por las fachadas o en el interior de iglesias y otros edificios de valor patrimonial. Impostas, cimacios, placas-nicho y dos magníficas pilastras conservadas en las iglesias del Salvador y de San Andrés son buena muestra del radiante pasado visigodo de Toledo. A ellos se suman las excavaciones arqueológicas desarrolladas en la Vega Baja, que han puesto de manifiesto la existencia de un suburbio de amplias dimensiones con hallazgos tan sorprendentes como un tesorillo de treinta trientes de Sisebuto, Suinthila, Sisenando y Chintila.

En el año 711 se produjo la invasión musulmana de la Península y Toledo fue tomada por Tariq ibn Ziyad y rebautizada como Tulaytula. Se inicia de este modo un amplio período de dominio andalusí que terminó en el año 1085 con la toma de la ciudad por parte del rey Alfonso VI de León y Castilla. A lo largo de esos cuatro siglos, la ciudad se amuralló, las mezquitas sustituyeron a las antiguas iglesias y cambió su aspecto interior con la proliferación de un entramado viario complejo, la construcción de numerosas casas-patio y la expansión de la población en arrabales. Los restos del circo romano se emplearon como gran cementerio y zona de alfares, y prosperaron las huertas de la vega del Tajo. Las técnicas de la arqueología muraria han puesto de manifiesto la conservación de buena parte del caserío de época islámica aunque oculto por la adición de numerosas capas constructivas posteriores. La identificación de mezquitas, palacios, fortificaciones y los materiales muebles a ellos asociados están permitiendo a los especialistas reconstruir la forma de vida en la Alta Edad Media.

ELENA CARDENAL