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Ciudades regias

¿Cuándo se conformaron los fundamentos de nuestra tradición cultural europea? ¿Estos proceden solo de las civilizaciones clásicas greco-romanas? ¿Y el peso que han tenido las principales creencias que nos han acompañado en los últimos dos mil años? Herencia clásica, transformación cultural, cristianización de tradiciones milenarias, nuevas religiones, convivencia, encuentros y desencuentros entre diversas naciones con una raíz común, continuación, ruptura e integración; todos ellos son conceptos que nos vienen acompañando a partir de un momento que, irónicamente, hemos denominado tradicionalmente como “tiempos oscuros”, entre los siglos IV-V y X, y que sin embargo son fundamentales para entender la identidad europea, sus diversidades regionales a la vez que su común sustrato cultural.

Una Red Europea de las Primeras Capitales pretende crear un punto de reunión, físico (con reuniones periódicas) y virtual (online) que integre, con vocación de crecimiento futuro, todas aquellos lugares que fueron lugares centrales (sean en la actualidad ciudades, pueblos o vestigios arqueológicos-naturales, tales como Toledo, Córdoba, Mérida, Valencia, Oviedo, León en España, Braga, Évora, Oporto, en Portugal; Rávena, Aquileia, Cividale, Pavía, Siena, Milán, en Italia; Narbona, Tolosa, Paris, Poitiers, Burdeos, Angulema, Soissons, en Francia; Cambrai, Aquisgrán y Tréveris en Alemania; Tournai en Bélgica; Londres; Split en Dalmacia, Augusta Traiana, Diocletianopolis, Zaldapa, en Bulgaria, entre otras muchas) que sirvieron para preservar la enorme tradición romana a la vez que se convertían en puntos de encuentros de una nueva mentalidad.

Se trata de una época en la que se encontraron por primera vez las tres grandes religiones del libro, el cristianismo, el judaísmo y el islam, cuyo entendimiento es uno de los grandes desafíos europeos de nuestro tiempo. Pero al mismo tiempo, estos lugares desempeñaron un papel determinante en la conservación de los hábitos culturales que caracterizaban la civilización romana y de los que los europeos actuales somos herederos: el sentido de ciudadanía, de reunión, el derecho, la sensibilidad por el Arte y hasta el propio sentido de patrimonio como un bien cultural que preservar.